Debo reconocer que nos decidimos a pasar un día en Narbona sin demasiadas expectativas. Sobrepasados por la belleza de Carcassonne, pensábamos que nada podía sorprendernos ni gustarnos más.
Nos equivocamos. Las comparaciones son odiosas siempre y obviamente Narbona y Carcassonne no tienen nada que ver pero ambas son una visita imprescindible. Narbona tiene un encanto especial, un extraordinario patrimonio histórico y artístico y una playa de aspecto salvaje que enamora.
La primera capital de la Galia fue Narbona, una pequeña ciudad que los romanos decidieron fundar a orillas del Mediterráneo. Cuando el Gran Imperio Romano mandaba en lo que ahora conocemos como Europa, Narbona conectaba Francia e Italia, era nudo de comunicación importante de las rutas con Hispania e incluso entre el Mediterráneo y el Atlántico.
Siglos después Narbona fue sede del Arzobispado francés y una de las ciudades que lideró la revuelta contra los cátaros. Así, la ciudad cuenta con numerosos monumentos de la Edad Media, y el Renacimiento, testigos de testigo de su rica historia.
Vamos a dar un paseo. Un día en Narbona y alrededores:

El pasado romano de Narbona

Hoy en día Narbona casi roza el Mediterráneo, queda a unos 15 kilómetros de la costa, pero en época romana fue uno de los puertos más importantes del Gran Imperio.
En la plaza del ayuntamiento podemos ver los restos, hallados en 1997, de la Via Domitia: la antigua calzada romana que unía Italia y España
Otro vestigio romano en la ciudad es el Horreum, unas galerías subterráneas que fueron construidas a finales del siglo I a.C. y que probablemente se utilizaron como almacén e incluso mercado.
El conjunto monumental del Palacio de los Arzobispos

Este conjunto lo forman la propia catedral y cuatro construcciones anexas: el palacio del Arzobispado, el Torreón Gilles Aycelin y la torre de San Marcial y La Magdalena. Esta torre se divide en dos partes: el Palacio Nuevo de origen gótico y el Palacio Viejo de origen románico.
Dentro del conjunto se encuentran el ayuntamiento de Narbona, el museo de Arte y el museo Arqueológico de la ciudad.

La catedral de San Justo y San Pastor

En pleno centro de Narbona, esta impresionante catedral empezó a construirse en 1272 y nunca se terminó. Su estilo gótico con enormes arcos apuntados alcanza más de 40 metros de altura, haciéndola verdaderamente impresionante por dentro y por fuera. Dicen que puede verse desde pueblos cercanos a Narbona, lo que en plena Edad Media era toda una declaración de intenciones.

La entrada a la catedral y el claustro es gratuita, solo debéis tener en cuenta que cierran a mediodía, hora francesa, de 12 a 14.

Tras la catedral encontraremos el jardín de los Arzobispos, un tranquilo parque desde el que podemos admirar la trasera de San Justo y pasear entre setos perfectamente recortados. Desde este mismo jardín llegaremos a la pequeña capilla de los Penitentes, aunque la encontramos cerrada, suele albergar exposiciones de arte.
El canal de Robine:

Este precioso canal llena de vida el centro de Narbona, en el atracan casas flotantes y la gente pasea y descansa en sus orillas plagadas de plantas y flores. Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el Canal de Robine atraviesa la ciudad y conecta con el Canal du Midi, siendo en su momento una ruta comercial imprescindible para Narbona.
El Canal du Midi es totalmente navegable y sirve para conectar el mar Mediterráneo con el río Garona a la altura de Tolousse y así poder llegar en barco hasta el Atlantico.

Posiblemente lo más fotografiado del Canal de Robine sea el puente de los Mercaderes, un pequeño puente de un solo arco (en su día tuvo siete) sobre el que se ha edificado. Hoy en día es el único puente habitado de Francia.
El mercado de Les Halles:

El mercado de abastos de la ciudad es algo que no te puedes perder, tanto por el edificio, como por los puestos y productos del mismo. Más de 90 comercios diferentes se dan cita cada día en el mercado, junto al canal, rememorando los tiempos en los que las mercancías se descargan allí mismo.

Un día en Narbona: los alrededores.
La abadía de Fontfroide
En un día en Narbona una no puede pretender abarcar mucho, pero Fontfroide está bastante cerca y merece la pena. Esta abadía se empezó a construir en el siglo XI siguiendo la Orden de San Benito aunque pronto cambió a la Orden del Císter. Recordemos que el Císter fue uno de los principales opositores del catarísmo, poderoso en la zona del Aude como pudimos comprobar en nuestro día en Lastours.
Fontfroide fue prospera y durante siglos, ya que fue una de las principales beneficiarias del expolio a los cátaros. De hecho es a finales del siglo XVIII cuando el último monje cisterciense abandona Fontfroide. A partir de 1900 pasó a manos privadas que comenzaron la restauración.
La visita por libre cuesta 11,5€. Si tienes suerte, puede que te coincida algún concierto de cantos gregorianos en tu visita, puedes consultar su web para ver las fechas.
La playa de Narbona.

Aunque Narbona fuera uno de los principales puertos de Roma en la Galia, ahora no queda tan cerca del mar. Tenemos unos 15 kilómetros hasta el Mediterráneo pero merecen la pena. La playa de Narbona es larga, casi parece infinita y de aspecto salvaje, al menos en invierno.