Sintra en un día: en el paraíso de los palacios.

Sintra en un día
Palacio da Pena y Castelo de los Mouros

Apenas a tres cuartos de hora de Lisboa, enclavada en un precioso Parque Natural, una montaña verde y rocosa rodeada de vegetación que parece no tener fin, se encuentra Sintra. Por si pudiera ser más de cuento, la pequeña población está plagada de palacios, a cada cual más hermoso. No en vano era el lugar de retiro de monarcas y nobles lusos.

A Sintra la definía Lord Byron como un glorioso edén en la tierra, dedicándole versos tan especiales como estos

“Hay placer en los bosques sin senderos.
Hay éxtasis en una costa solitaria.
Está la sociedad, donde nadie se inmiscuye.
Por el océano profundo y la música con su rugido:
no amo menos al hombre,
sino más la naturaleza”
Con estos antecedentes, las expectativas eran altas y Sintra cumplió con creces. Sin duda una de las escapadas más especiales que se pueden hacer desde Lisboa. Una visita a un mundo de cuento, romántico y mágico al mismo tiempo.
¿No tienes mucho tiempo y quieres visitar Sintra en un día? Vamos con ello.

¿Como llegar a Sintra?

Llegar a Sintra desde Lisboa es muy fácil. Cada media hora sale un tren desde la estación de Rossio, que tarda unos tres cuartos de hora en llegar.
En coche también se puede acceder, aunque me temo que, dependiendo de la temporada, aparcar puede ser un infierno. El pueblo es todo zona azul y cada palacio cuenta con su propio parking pero, al menos cuando fui yo, me parecía que habías bastantes más coches que plazas.
Mi consejo es: vayas como vayas, madruga.
Una vez en Sintra, junto a la estación de tren encontraremos información sobre el autobús turístico que hará nuestra vida más fácil. Por 5€ tenemos un autobús que nos llevará a tres de los principales palacios que queremos visitar, Sintra, Palacio da Pena y Castelo dos Mouros. Por 2,5€ otro que nos acercará a Quinta da Regaleira.
Estos autobuses hacen un recorrido circular, por lo que volverán a dejarnos en la estación de trenes para nuestra vuelta a la capital portuguesa.

Primera parada: Castelo dos Mouros.

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Larga fina de murallas almenadas. Almenadas es palabro.
En pie desde el siglo VIII, fue una importante fortaleza árabe. Aprovechando la escarpada montaña y el bosque que la rodea, el castillo fue construido para ser inexpugnable. No fueron los árabes los primeros en instalarse en la zona, celtas y romanos lo habían hecho antes, dejando su huella imborrable en los márgenes de los senderos que ahora atravesamos.
El castillo de los moros está rodeado de un entorno precioso, un bosque con senderos serpenteantes. El paseo no es complicado, pero tenedlo en cuenta si viajáis con niños muy pequeños, puede que os toque cargar con ellos.
Castelo dos Mouros
A veces cansa mirarlo, pero merece la pena recorrerlo entero.
Una vez llegamos al castillo podemos ver como domina todo Sintra. Si subes hasta la Torre Real, gozarás de unas vistas magníficas de la zona. Podrás adivinar Quinta da Regaleira, el palacio de Sintra y, como no, el de la Pena. En días claros dicen que hasta se puede ver el mar desde lo alto.
La entrada al castelo cuesta 8 euros, pero puedes combinarla con la entrada al Palacio da Pena, ahorrando así unos eurillos. Si coges las entradas combinadas, Mouros+jardines da Pena+interior da Pena serán 21€.

Segunda Parada: Palacio da Pena.

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Hola. ¿Puedo ser más entrañable? No creo.
«Están tan cerca que no hace falta coger el autobús» nos dice el chico de la taquilla. Correcto. Están muy cerca, pero preparaos para la cuesta de la muerte. Nah, en realidad no es para tanto, aunque si el calor aprieta hay momentos que te pueden dejar sin aliento. Mejor buscar la sombra.
Los colores del Palacio da Pena se ven desde bien lejos, transformándolo inmediatamente en un castillo de cuento, de princesa en la torre y dragón en el foso. No me puede gustar más.

¿Por qué todos esos colores locos?

Fue Fernando II en 1836 quien decidió construir para su esposa María II un palacio que aunara distintos estilos de la arquitectura y el arte europeos, desde la Edad Media hasta su propia época. Así acabó creando un palacio ecléctico, mezcla de todos los estilos que eran de su gusto: detalles románicos, renacentistas, árabes, barrocos… todo en uno.
Además el monarca decide no solo mezclar estilos, también materiales, así que podemos encontrar piedra, azulejo, mármol… combinados en mezclas de colores que parecen imposibles.
No contento con eso crea alegorías, como el enorme tritón que domina la entrada al palacio, símbolo de la creación del mundo. Podríamos llamar a este palacio: Fernando II y su propia interpretación de la historia del arte.
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Tritón te da miedo porque quieres. Él es muy normal.

El interior del palacio

El interior no es tan sumamente espectacular como el exterior, pero esta bien. Eso sí, prepárate para una pésima organización en los accesos. Casi con total certeza habrá cola y caminaréis en fila india como niños de colegio.

Un detalle que honra a Fernando II es que decide mantener el antiguo claustro del convento Jerónimo sobre el que construyó su palacio. Este convento del siglo XVI había sufrido muchos daños durante el ya famoso y archiconocido terremoto que asoló Lisboa en 1755 (si no sabéis de que os hablo es que aun no habéis leído el post de las cosas molonas de Lisboa, porque el terremoto es fan). Las estancias del palacio se articulan pues en torno a este claustro, se pueden visitar el comedor, los gabinetes, habitaciones de vestir, dormitorios, cuartos de baño y una reconstrucción de la cocina del palacio que no está donde debería.

Palacio da Pena - Sintra en un día
¿Esas sombrillitas? Un bar que es bien y muy útil, sobre todo después de subir la cuesta de la muerte.
El Palacio da Pena cuenta además con un jardín de una extensión brutal, que se puede divisar desde sus murallas y torres. No nos animamos al senderismo pues íbamos con el tiempo justo para ver muchas cosas en un solo día pero perderse en esos bosques seguro merece la pena.
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Torreón medieval ¿por qué no? Lo pintaré de rojo.

Tercera parada: Palacio Nacional de Sintra.

En pleno centro histórico de la pequeña Sintra está este Palacio, reconocible por sus enormes chimeneas. Construido en el siglo XVI como residencia veraniega de los reyes portugueses es, en mi opinión, la más decepcionante de las visitas de Sintra. Puede que fuera la hora (justo antes de comer) pero estaba atestado de gente caminando lento y no fue la visita más agradable.
Merece la pena (y mucho) la Sala dos Brasões (de los blasones), que es, según dicen, la sala heráldica mejor conservada del mundo. En ella pueden verse los escudos de armas de 72 casas nobiliarias portuguesas plasmados en su bóveda octogonal.
El precio de la entrada es de 10€.

Cuarta parada: Quinta da Regaleira.

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Todos mis rincones son hermosos.
Ya con la tripa llena, justo después de comer, cogemos el minibus que nos llevará a mi visita más esperada. Después de Quinta da Regaleira no nos quedará tiempo para nada más pero no pudimos evitar perdernos y pasar tiempo en cada uno de sus rincones. C´est la vié!
Quinta da Regaleira es un lugar especial, mágico y sumamente estético. Como los jardines de iniciación masónicos de época renacentista, la finca esconde enigmas, senderos, laberintos y todo tipo de elementos del imaginario templario.
Es importante jugar. Despliega tu mapa y descubre todos los secretos, entra en todas las grutas que veas, sube a todas las torres… cada una tendrá algo diferente que contarte. Baja por el pozo iniciático hasta el centro de la tierra, contando cada uno de los nueve niveles, como los nueve niveles del infierno de la Divina Comedia de Dante. Busca en los relieves de las barandillas y rocas con tallas extrañas las formas de animales y monstruos, como si estuvieras en pleno Bomarzo.
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El pozo iniciatico es una de las fotos más famosas de Quinta, sin lugar a dudas. Casi imposible hacerla sin gente cruzando el purgatorio.
Acompañan los jardines un palacete y una capilla, que tampoco dejan de esconder secretos en su profusa decoración. El arquitecto busca una revisión de estilo gótico manuelino, creando unas construcciones neogóticas muy románticas y ciertamente simbólicas. Hasta incluye un laboratorio alquímico, tan típico, como antes comentaba de las villas romanas con influencias masónicas.
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Hermoso horror vacui.
El precio de la entrada es de 6 euros. Los seis euros mejor gastados de la vida.
Nos quedamos con muchas ganas de visitar el Palacio de Monserrate pero, como decía, se nos hizo tarde y debíamos volver en tren a Lisboa. Como siempre hay que dejar algo para la próxima vez, Monserrate y el Palacio Nacional de Queluz (en la carretera entre Lisboa y Sintra) serán mis prioridades.
Y vosotros ¿habéis visitado Sintra?

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