Si estáis pasando unos días en Burdeos, Saint Emilion es una visita obligada. Tan sol 35 kilómetros de Burdeos, de apenas 2000 habitantes. Su gran atractivo es ser una belleza medieval muy bien conservada. Sus callecitas estrechas y empinadas, sus iglesias y monasterio y su iglesia monolítica única en la zona. Además es una zona vinícola muy importante, con unos 100 chateaux productores diferentes y ha sido declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO.
El trayecto a Saint Emilion desde Burdeos en coche es bastante rápido aunque, si lo preferís también hay varias opciones de transporte público. Se puede llegar sin problema en autobús y tren desde la gare de Sant Jean, en apenas media hora.
La niebla nos ha acompañado en todo este viaje, aunque en Burdeos acababa por despejar a media mañana, la zona de Saint Emilion decidía quedarse a oscuras todo el día. Aun así la belleza de sus paisajes y del pequeño pueblo no desmerecen. Llegamos a media mañana y, antes de nada, recomiendo ponemos rumbo a la oficina de turismo. A través de ellos es la única manera de visitar la iglesia monolítica. Una vez concertada la cita puedes empezar a pasear tranquilamente por los indispensables del pueblo. Tarea fácil por su pequeño tamaño 😀

La Iglesia Colegiata.
Comenzamos por la iglesia Colegiata, construida entre los siglos XII y XV. En su impresionante claustro una feria de Navidad nos impide hacer buenas fotos pero, la verdad, merece la pena verlo. Perfectamente conservado el claustro es el centro geográfico y espiritual para el monasterio. Es un lugar cerrado de oración, donde la salida vista solo alcanza a ver el propio claustro o el cielo, representando la única salida.
El jardín central, con su pozo, es un símbolo del jardín de Edén. En las paredes, del claustro podemos ver algunas tumbas ricamente adornadas de los siglos XIII y XIV. Nobles y religiosos se enterraron allí, por devoción al santo fundador del pueblo. El Santo Emilion que durante el siglo VIII se había retirado allí a orar evangelizar. Aunque él vivía en una cueva, junto a sus discípulos llegaron a formar una gran comunidad monástica.
La plaza del campanario.
Nada más salir de la colegiata nos topamos con uno de los mayores atractivos del pueblo, la plaza del campanario. Esta plaza ofrece una de las mejores vistas del pueblo aunque, como podéis apreciar, la niebla nos deja ver la mitad de la mitad.

Se puede subir al campanario de la plaza pero, con este panorama 196 escalones para ver gris nos parecía demasiado. Estoy segura de que las vistas desde arriba son estupendas si el día no es mordoriano. El campanario pertenece a la iglesia monolítica que esta justo debajo de la plaza. Fue construido entre el siglo XII y el siglo XV, aunque tuvo que ser reforzado en su base más tarde. Su aspecto es sólido y estilizado, mezclando los diferentes períodos de construcción, románico y gótico claramente.

La iglesia Monolítica.
La iglesia monolítica es una de las joyas del pueblo, esta totalmente excava en la piedra, con unas proporciones gigantescas dada la dificultad en la época. Sus 38 metros de largo, 20 de ancho y 12 metros de alto la convierten en la iglesia excavada más grande de Europa.
Empieza a construirse en honor al Santo Emilion, fundador del pueblo, durante el siglo XII y con ella nació una nueva vía de peregrinación de los fieles para honrar al santo bretón.

Al exterior, apenas podemos apreciar los tres vanos de la fachada y un portal gótico. En el interior, lo que fuera su rica decoración se perdió durante la Revolución Francesa. Llama la atención el vano que se abre sobre la bóveda y comunica con la torre campanario donde se antaño pasaban las cuerdas para tocar las campanas. Por cierto, que la construcción de este gran campanario le hizo más mal que bien a la pobre iglesia pues su gran peso, al no estar compensado, empezó a fisurar algunos pilares. Recientemente se han colocado en ellos unos refuerzos y corsés metálicos para ayudar con el peso. Por cierto que gracias a ellos se descubrió un sistema de drenaje del siglo XI.

El mercado cubierto.
Junto a la iglesia monolítica encontramos el mercado cubierto, que ya se usaba en la Edad Media para proteger a los comerciantes (y sobre todo el grano) de las inclemencias del tiempo.
Siguiendo su calle hacia arriba encontramos la puerta y casa de las Cadenas. Es la única casa de madera del pueblo y una de las más antiguas. Empezó a construirse en el siglo XI aunque sufrió modificaciones hasta el XVI.

El Castillo del Rey.
A estas alturas ya hemos asumido que la niebla no nos va a abandonar en la región de Saint Emilion, así que nos resignamos y nos dedicamos a pasear con calma. Tras dar un recorrer la mayoría de las callecitas del pueblo nos dirigimos a la torre el Castillo del Rey. Esta torre cuadrangular, 15 metros de altura y 9 metros de ancho se divide en 3 niveles que descansan sobre un macizo rocoso. Es la única fortaleza – calabozo románico que se conserva en esta zona de Francia y parece ser que fue muy utilizada durante la Guerra de los Cien Años. Al igual que la torre del campanario, por apenas dos euros se puede subir a la torre.

Saint Emilion esta repleto de tiendecitas de vinos, bodegas y restaurantes por lo que a la hora de comer, te resultará complicado decidir un sitio. El magret de pato de L’Envers du Décor, muy cerca de la plaza de la colegiata, tiene su fama.

A las afueras del pueblo, cerca de la colegiata, se encuentran las ruinas de las antiguas murallas del pueblo. Allí nos recogerá el coche que nos llevará a ver (y a catar) dos chateaux, una experiencia de la que os hablo aquí.
Saint Emilion es sin duda un lugar para volver. Agradable, lleno de vida y de historia, un pueblecito con encanto en cualquier época del año. Aunque la niebla no te deje ver las extensiones de viñedos a su alrededor, enamora.