En el corazón de Huesca se encuentra una verdadera joya arquitectónica: La estación internacional de Canfranc. La que fuera durante años fue uno de los edificios abandonados más famosos de la zona, por fin ve la luz.
Abierta ahora al público como centro de visitantes, se encuentra en plena rehabilitación. Durante sus años cerrada ha sido víctima de vándalos y del paso del tiempo, que le han dejado una huella irreparable. Muchos de los elementos originales no se podrán recuperar, pero al menos la estación vuelve a tener vida.
Algo de historia sobre la Estación Internacional de Canfranc:
Este imponente edificio, es fruto de un trabajo conjunto entre España y Francia, para crear una línea de trenes que uniera la ciudad francesa de Pau con Zaragoza. Para ello crearon un paso fronterizo importantísimo para ambos paises, Somport. Como curiosidad os diré que esta línea tardó más años en planificarse y construirse que los que duró en funcionamiento. Los conflictos bélicos y los problemas de entendimiento entre las compañías encargadas de su construcción hicieron que las obras se demoraran 75 años.
Al fin, en Julio de 1928, con su inauguración a cargo de Alfonso XIII, la estación comenzaba a funcionar. «Más grande que el Titanic» reza una de las publicidades de la época que aun se conservan. «365 ventanas, una por cada día del año» dice otra. Así era como quería mostrar el gobierno la grandiosidad de la obra.
Era su escaparate a Europa, el magnífico edificio que verían nada más salir de la oscuridad del túnel. Pero parece que la estación sufrió la misma suerte que el barco y nunca conoció más días de gloria que el primero. Derrumbes, descarrilamientos y un incendio le acompañan hasta que en 1936, durante la Guerra Civil Española, el túnel es tapiado para evitar un ataque desde Francia.

Las leyendas y mitos sobre la Estación Internacional de Canfranc son numerosas. Dejando las historias de Iker Jimenez al margen, centrémonos en lo que importa: cosas nazis.
La II Guerra Mundial:
Durante la Segunda Guerra Mundial, Alemania necesitaba wolframio para el refuerzo de sus tanques y España y Portugal no dudaron en proporcionárselo a cambio de toneladas de oro. Aunque España no estaba en guerra, un grupo de agentes de las SS y la Gestapo controlaron la Estación Internacional de Canfranc durante todo ese tiempo. Desde allí gestionaban los envíos de wolframio hasta sus fábricas a través de una Francia ya ocupada.
Pero ¿dónde está ese oro? Nadie lo sabe. ¿De donde salía? Pues parece ser que gran parte venía del expolio nazi a los judíos, de los campos de concentración y exterminio. Otra parte de los bancos de países ocupados como Holanda o la misma Francia y todo se blanqueaba en otro país no beligerante, Suiza.
Inciso: no sé si nos pasa a todos pero, al volver de un viaje, siempre vuelvo con ansia de conocimiento. Nuevas preguntas sobre los lugares que he visitado y acabo comprando libros, novelas, buscando info… Durante la visita nos recomiendan El rey de Canfranc y Juego de espías, dos documentales para saber más de la historia de la estación.

La visita a Estación Internacional de Canfranc:
Es imprescindible reservar hora en la oficina de turismo para hacer la visita. Puedes hacerlo llamando al 974 373 141 o en la web.Sin reserva te quedarás como un tonto en la puerta sin poder entrar. Así me pasó la primera vez que fui, solo pudimos acceder a las vías.
El estilo del edificio sigue las estructuras palaciegas francesas, clásico y monumental y también tiene algo de Art-Deco. Es una pena que del interior apenas se conserve casi nada de la época porque debió ser impresionante. Nos cuentan en la visita que la estación albergaba hoteles, bibliotecas e incluso un casino. Tenía todo lo que el viajero pudiera necesitar, pero nada queda de todo aquello.
En el vestíbulo principal apenas se salvaron las taquillas de madera a medida donde se vendían billetes, unas lámparas de forja y la escalinata de acceso en mármol. Los artesonados, molduras y demás elementos decorativos se están haciendo de nuevo. El suelo, una preciosa baldosa hidráulica en tonos verdes, sobrevive desde la construcción del edificio.

Todavía faltan obras por terminar en el vestíbulo, rehabilitar algunos elementos y la pared sur, en la que destaca el escudo de España. La norte, con el escudo de Francia, esta ya perfectamente restaurada.

En torno a la Estación:
En las inmediaciones se puede visitar el túnel de Somport, por el que llegaban los trenes desde Francia. No se puede cruzar ya que, en la actualidad está fuera de servicio. Hay dependencias al rededor de la estación como cocheras, casas de guardas y aduana que siguen en pie.
Lo que más nos gustó fue la visita al fuerte del Coll de Ladrones. Se accede por una ruta de senderismo marcada, casi imposible perderse, bastante sencilla de realizar si no hay nieve.

Coll de Ladrones se encargó de proteger la estación durante los años en los que estuvo activa, pero existía mucho antes. En 1751 se levanta la primera edificación encargada de proteger el paso fronterizo. No es la única, ya que el valle está plagado de ellas. Desde su cima ofrece una vista privilegiada de la estación y el pueblo.
Y vosotros ¿habéis visitado Estación Internacional de Canfranc? Sin duda merece la pena.