Biarritz, más que surf y playa.

La pequeña ciudad de Biarritz es una de las más conocidas y entrañables de la Côte Basque. Desde el siglo XIX, al igual que Donosti, era uno de los destinos preferidos por la nobleza para pasar sus vacaciones de verano. Los aficionados playeros de las casas europeas más importantes invadían poblaban estas costas en verano, dejándonos como legado ese aire parisino y palaciego del que disfrutamos ahora.

Plage de Biarritz
Plage de Biarritz, al menos la playa más grande y conocida de la ciudad

Mucho más que playas

Durante la época de la emperatriz Eugenia se construyó el palacio ahora conocido como Hôtel du Palais, un edificio clásico y lujoso, famoso por ser escenario de numerosas películas. Esto dio el pistoletazo de salida a la transformación de la ciudad: se construyeron mansiones y casas burguesas a la sombra de la corte de la emperatriz, aportando ese toque de lujo que contrasta con el ambiente surfero y relajado actual. Biarritz presume de tener más de seis kilómetros de playas, ahora menos frecuentadas por gente noble y más por turistas y aficionados al surf.

Casino de Biarritz
No hay nada de gente en la playa… vacía.

Junto a la playa grande, además del Hôtel du Palais destaca el casino, un edifico rotundo, de estilo art decó, construido por Alfred Laulhé.

Puerto de Biarritz
Puerto de Biarritz, al fondo el faro dominando el cabo Heinsart

El encanto de antaño

Una tarde de paseo por Biarritz puede darte una perspectiva de como se vivía en el XIX, entre palacetes, jardines de ensueño y plazas con encanto. Pero no solo de lujos vive la Côte. Biarritz conserva su pequeño puerto de pescadores, de donde antaño partían los balleneros a ganarse el pan en alta mar. Conserva sus caseríos, tan propios de la arquitectura tradicional vasca (en este caso neo-vasca, pues la mayoría son de principios del sXX) con sus fachadas blancas y sus detalles rojos.

Biarritz Rivendel
De pequeña llamaba a esta zona de Biarritz Rivendel. Queredme igual.

La costa en un paseo por Biarritz.

La costa de Biarritz, toda la que no es playa, está plagada de recovecos de ensueño. Penínsulas e islotes unidos a tierra por pequeños puentes de piedra, jardines y miradores con espectaculares vistas al mar… Desde cualquiera de ellos puedes pasar horas mirando al horizonte en la más absoluta calma. Bueno, si otros paseantes como tu te dejan, claro 🙂

Mirador de Biarritz
Aquí encuentras la paz (a menos que encuentres una instagramer subida al arquito y su abnegado novio haciéndole fotos)

Desde uno de estos acantilados accedemos al museo del mar, un aquarium museo que abrió al público en 1933 en un edifico también art decó. Ahora cuenta con una ampliación más moderna en la que podremos ver fauna de todos los lugares del mundo. La mayor atracción de este aquarium es dar de comer a las focas pero, si esto no os hace demasiada ilusión, yo ahorraría los 15 euros que cuesta la entrada. Te pueden servir para tomar unas cervecitas junto a la playa pequeña.

Aquarium Museo Biarritz
Ampliación del museo aquarium

Así es como la llamamos todos, playa pequeña, pero en realidad se llama Port Vieux, el puerto viejo. Es un rincón super agradable, siempre protegido del viento y rodeado de terrazas, bares y creperías. Es la playa que está más cerca del centro de la ciudad y, probablemente, mi lugar favorito.

Port Vieux Biarritz
Playa pequeña, Port Vieux. Mi casa al fondo, la bonita.

Una leyenda que sigue viva

No se puede ir uno de Biarritz sin saber de una de sus leyendas más famosas. Entre Port Vieux y el Aquarium encontramos una pequeña isla llamada la Roca de la Virgen. Es indispensable caminar los 200 metros que nos adentran en el Cantábrico por un puente construido por el mismísimo Eiffel.

En la isla encontraremos, como su nombre indica, a la Virgen sobre una roca. Con el nombre no fueron muy originales pero con su homenaje sí. Cuenta la leyenda que unos marineros se perdieron en medio de una tormenta enorme cuando intentaban volver a puerto. No podían escapar de ella y corrían peligro de chocar contra cualquiera de las rocas que forman los acantilados de la costa. Asustados, pidieron ayuda a la Virgen que escucho sus plegarias. Se abrió el cielo y un haló de luz les mostró el camino que debían seguir para volver a tierra sanos y salvos. Cuando la historia llegó a oídos de Napoleón III, mandó colocar la estatua de la virgen y horadar la roca, para crear un paso que pudiera también servir de refugio y protección a los balleneros mientras intentaban avistar a sus presas.

Iglesia de Santa Eugenia
Iglesia de Santa Eugenia

Tiendas y pastelerías preciosas.

Desde Port Vieux, volviendo hacia el centro de la ciudad encontraremos numerosas tiendas de moda, plazas con terrazas, restaurantes y cafeterías. Pasaremos junto a la iglesia de Santa Eugenia, llamada así por la emperatriz, de estilo neogótico. En su cripta suele haber exposiciones de arte. Puedes consultar la info en la misma plaza, a la entrada de la iglesia.

Siguiendo calle arriba desde la plaza, si queréis daros un capricho, encontraréis la Pâtisserie Salon de Thé Miremont una pastelería típica francesa. Decorada como si estuvieras en plena Belle Époque puedes sentirte como una autentica dama de la corte de Napoleón III. No es barato, eso sí. Contad con que un café cuesta 5€ y es café francés aka: malo.

Antes de irnos de Biarritz podemos pasar un rato en su plaza principal, Georges Clemenceau. Allí encontraremos más tiendas y unas galerías Lafayette, el glamuroso corte inglés francés. Al ser el puro centro de Biarritz tiene mucha vida. Siempre habrá algún músico o artista callejero dispuesto a alegrarnos la partida.

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